Posts

Showing posts from March, 2018

XV. Los mandados

Quise contarle algo muy especial que habia en los hogares cuando éramos pequeños. Nuestros padres y en general las personas mayores nos pedían que " hagamos mandados". Esta era un pedido muy práctico para la época y muy difundido. Era un favor que los padres nos pedían y que naturalmente los hijos lo hacíamos con gusto. El " mandado " que yo lo hacía todos los dias era comprar el pan y la leche en la tienda de la sra. Rosita. A las seis de la mañana ya estaba saliendo de casa,  con una gabardina hermosa que mi padre me compró para este efecto, me quedaba un poco grande, para mí era un gusto ponerme y salir elegante para cumplir con el mandado. Llevaba una lista con las compras que necesitaba.  Está lista de de llamaba "vale", firmada por mi papito  era suficiente para que la sra. Rosita despache luego de alabar mi gabardina y mi alegre actitud de entrar y salir saludando. No era muy común que todos mis hermanos hagan los mandados, por lo que mi mamita decí

XIV. Escuela Eloy Alfaro

La escuela Eloy Alfaro tenía muchas características agradables y una profesora adorable como la srta. Margoth Castellanos. Era alta, de contextura delgada, pelo largo bien cuidado y una voz dulce y armoniosa. La verdad es que me  enamoré desde el primer momento. Era la profesora de cuarto grado y se desenvolvía en todas las materias. Recuerdo que en historia lo más destacado por ella fue la vida del General Eloy Alfaro. Nos contaba de manera amena y sin tinte político. En esa época ser liberal o comunista era muy mal visto. No se si por amor a mi profesora, o por lo interesante de la vida de Alfaro, llegué a casa y le pedí a mi padre libros que hablen de este gran patriota. Mi padre era un erudito, historiador y asiduo lector. Tenia la capacidad de leer un libro cada dos días, haciendo correcciones y comentarios con letra muy pequeña, o subrayando lo más destacado de la página.  Político conservador,  me trajo una pila de cinco libros y me dijo: " toma estos libros para que empiec

XIII. A pie a la escuela

XIII.  Le contaba a Jesús que estudié en la escuela fiscal República de Chile.  Está ubicada en la calle Rocafuerte y el otro lado a la quebrada de Jerusalén, que parte de ella ya se convirtió en la avenida 24 de Mayo. Para cuarto grado mi papito nos matriculó  a Marcelito y a mi en la escuela fiscal Eloy Alfaro, muy cerca de la plaza del teatro. Ocupaba los pisos dos tres y cuatro de un vetusco edificio, era curioso  que el patio estaba en el cuarto piso. Era perfectamente cuadrado y había una pequeña cancha de fútbol. Nuestros padres nos entregaban dos reales a cada uno, de tal manera que con mi hermano Marcelo teníamos cuatro reales diarios. Un helado costaba un real y el bus otro real. Decidimos con Marcelito ahorrarnos el pasaje,  a cambio de levantarnos más temprano e ir a pié. Tremendo ejercicio ya que de la casa al colegio eran quince cuadras por lo menos. Yo tenía ocho años y Marcelito apenas siete. Bajábamos la Alianza, luego la Imbabura,  la Chile,  en la Plaza grande a la

XII. Galito de profesor

XII. Regresamos muy alegres de esas vacaciones a nuestra casita, a disfrutar de otras actividades. Una de las ventajas de tener tantos hermanos era que podíamos jugar prácticamente a cualquier cosa. Una de mis favoritas era jugar a la escuela, mi hermano Galo era el mejor estudiante de la Salle y le gustaba prepararnos y hacer repaso de las materias antes de regresar a clases. No es mucha casualidad que todos los hermanos éramos muy buenos estudiantes. Para las clases,  Galito preparaba el salón de clases con pizarrón, tizas y papel de cuadernos viejos. Nos enseñaba matemáticas,  geografia y gramática. A veces geografía y física. Nos hacía preguntas y tomaba  exámenes. Realmente clases de mucho nivel. También nos enseñaba algo de inglés, ya que él aprendió en un instituto americano al frente del pasaje Amador, frente a la Casa de Cambios de Rodrigo Paz. Al lado estaba la relojería Sandoz,  dónde mi padre le compró un precioso reloj de manecillas y con cuerda. Mi hermano nos enseñaba a

XI.Viaje en tren

XI. Jesús me preguntó cómo íbamos a San Agustín de Callo. Le dije que mi madre hermosa caminaba conmigo bajando toda la calle Alianza, saludando con los vecinos y tomados de las manos para no resbalarnos en esos adoquines de siglos que por su uso diario eran brillantes como ónix y lisos cómo jabón. Yo pensaba que mis fuerzas le sostenían a aquella mujer que lucía como la mejor modelo parisina de la época. Mientras caminabamos,  de reojo la veía tan guapa y generosa, a ver si me compraba una manzana chilena o unas colaciones de la Cruz Verde. No había mucha gente en las calles centrales de ese Quito magnífico y seguro. Llegamos por la Imbabura a la Bolívar y seguíamos bajando, yo tratando de coger los pasos largos de mi mamita. Cruzábamos San Francisco, con su plaza enorme, a mi me parecía gigante. Nos cruzamos con sacerdotes de sotana negra y cuello blanco y monjitas de blanco y cuello elegante,  grande. " Alabado se el Señor Jesucristo", les decía con mi voz tierna y ellos c

X. El juego

X. Los Angeles y Jesús jugaron por horas al florón. Me preguntaron sobre las penitencias, lo es dije que para ellos también no aplica. Quisieron saber a qué juegan los niños actualmente. Les conversé que hoy pasan mucho tiempo dentro de casa y prendidos a un celular,  es una ventana a muchos juegos interactivos con un computador y con un acceso ilimitado a toda la información que tiene el planeta. Ellos cuando sean viejos habrán perdido la capacidad de sorpresa. Les pedí a los ángeles que no pidan celulares, ya que los juegos en computadoras han causado más mal que bien.  Los juegos interactivos con otros niños ayudaban a un crecimiento mejor. Por ejemplo, se desarrollan valores y cualidades como el trabajo en equipo ya que en cualquiera de los juegos al aireré libre  cada componente tiene su responsabilidad, misión y participación coordinada para lograr el triunfo. El deseo de superación, ya que poco a poco se iba mejorando su habilidad para lograr mejores resultados. Se desarrolla el

IX. El florón

IX. Regresamos a la hermosa hacienda San Agustín de Callo. En mi sueño le contaba a Jesús, quien cada vez se sentía más interesado en conocer, los juegos de niños con los que los divertíamos. En esa época, machista por excelencia, los varones y las niñas no debían estar en la cocina. Mi abuelita si descubría alguien dentro de casa, decía : " qué hacen aquí adentro, vayan a jugar afuera!'. Entonces, había que salir a jugar. Teníamos que seguir algunos juegos ya conocidos, y otros que había que inventar. Los tradicionales eran el fútbol, el voley, las cascaritas, el tiro al gol.  Si no había la pelota, los juegos eran marros, muy similar al béisbol; también huevos de gato, sin que te roce, cogidas, a las escondidas,  a Don Benito,  a los colores,  a chullas y bandidos, a las bolas, los cocos chilenos,  los rulimanes, la ronda, salto a la soga, el florón, adivinanzas, concursos de chistes, perros y venados. Gato y el ratón,  bailar al trompo, yo yo, zumbambico, botones, pescar

VIII. El Indio José

Image
VIII. El indio José. Allá en mi casa de Latacunga, centralmente ubicada en la calle Orellana, mis padres tenían una linda propiedad en la mitad del terreno de media hectárea. Afuera en la parte de atrás había una cementera de habas, árboles de capulies y de pan( así le llamábamos al maple). Lo maravilloso de esto eran las habas tiernas. Salía al patio enorme y sin que me vean, abría las vainas de las habas, escogía las más tiernas y me comía muchas de ellas, sin pelar ni cocinar. La sala del casa de una sóla planta, tenía ventanales grandes, en forma  semicircular y con vidrios en cuadraditos. Seguramente mis padres veían mi afición por las habas tiernas desde atrás de las ventanas. Un día, el indio José, indígena tuerto sin parche en el ojo, de contextura gruesa,  de piel café, ojos grandes y nariz redonda, pidió permiso a mi madre para llevarme de paseo a su vivienda. El indio José, partidario de la casa, andaba descalzo y a mi me impresionó su planta del pie. Tenía hecho suela su

VII. Comidas en San Agustín

Image
VII.  Dios me preguntó cómo una abuelita en una Hacienda tan lejana de todo como San Agustín de Callo podía atender a  más de una docena de nietos y a todos por igual. Le conté que muy temprano, a las cinco de la mañana Eugenio se levantaba y llevaba a quien estuviera despierto al ordeño,  eran las cinco de la mañana,. Por eso es que me despierto tan temprano siempre y recuerdo el sabor, consistencia y temperatura perfecta de la leche recién ordeñada. El olor a vaca hacia perfecto el ambiente. Cada día había suficiente leche  con pan, rosquillas y huevos frescos para el desayuno. En el almuerzo había fritadas, carne o pollo, con arroz, choclos, habas tiernas y queso fresco, cuajado por mi mamá Sarita. A las cinco de la tarde nos llamaba a la merienda,. Era una agua de canela con bizcochos y cuando había, allullas de Latacunga con queso de hoja., Ese queso que al estar dentro de la hoja adquiría una frescura y sabir espectacular. Luego en la cena preparaba un caldillo de huevo, con cebo

VI. Mi abuelito Pabito

Image
VI. Seguimos. Le conversaba a Dios sobre San Agustín de Callo. El no sabía porqué pasábamos vacaciones allí. No era un resort ni un hotel en esa época. El no sabía que mi abuelito,  Pabito, con cariño, era el administrador de esta hacienda, de la Avelina y  de Zuleta. Todas de propiedad de Leónidas Plaza y en esa época de Galo Plaza Lasso y José María.  Mi abuelito no era administrador de empresas,  pero su gran inteligencia, honradez y capacidad de trabajo le hacían en mejor candidato para administrar estaa haciendas. Hay muchas anécdotas de su honradez y manejo impecable de su gestión. Era tan responsable que manejaba los ingresos y egresos al mínimo nivel de detalle. Cuándo consolidaba cuentas con Galo Plaza, le decía ," hemos ganado ...", Ya que se sentía parte del éxito de estas productivas haciendas. Muchas veces los Plaza quisieron reconocer económicamente a mi abuelito, naturalmente, jamás aceptó. Todavía reposan en estas haciendas los libros enormes de contabilidad c

V. Cerrito de Callo

V. Seguimos con el sueño. Le contaba a Dios que dentro de la Hacienda de San Agustín se encuentra un cerro perfectamente formado,  como una naranja cortada en dos, con la parte recta hacia abajo, simulando un pan redondo, lleno de eucaliptos.  Se llama cerro de Callo. Le recordé que en la casa de hacienda construyeron los incas una fortaleza enorme.  Era sitio obligado de paso de los Incas hacia Quito.  Pues bien, en  la cima del cerro de Callo, los incas tenían el puesto de oración, ya que estaban más cerca del sol, a luna y el volcán Cotopaxi. Mi querido hermano Eugenio nos conversaba a todos los primos, entre cinco y diez años, como los Incas adoraban al volcán Cotopaxi y sus ritos eran sangrientos  con sacrificios humanos para conseguir la calma del volcán. Todos sus utensilios eran de oro, pero cuando hubo una gran erupción del coloso los pocos incas que sobrevivieron  salieron despavoridos, dejando todo abandonado por siglos. Los agustinos hicieron mucha fortuna recuperando menos

IV. Hacienda San Agustín de Callo

IV. En esos años de infancia le recuerdo a Dios que teníamos mis abuelos de padre quienes a mis hermanos y primos nos invitaban a pasar vacaciones en dos lugares maravillosos. El primero es la hacienda San Agustín de callo. El segundo Dan Lorenzo de Tanicuchi. La hacienda San Agustín tiene una historia centenaria ya que se construyó sobre ruinas incaicas, y fue convento de los agustinos hasta los primeros años de 1900,  en que Leoniidas Plaza, manabita de Charapoto la comprara y en la época que describo ya le dió al gran ecuatoriano Galo Plaza Lasso,  hijo de este gran personaje. Está hacienda tenía grandes patios, ganado y enormes bosques, donde uno de mis hermanos enojado, prometía perderse para toda la vida. Sólo para hacernos llorar. En este bosque alguna vez estaba un toro de lidia, mi hermano de padre Eugenio lo toreaba sin temor, mientras que mi prima Magali, se asustaba confundiéndole al toro  y exclamó : " uy qué chancho tan grande". Resulta muy bonito recordar q

III. La casa en San Roque

Image
III. Le contaba a Dios en ese sueño que cuando tenía seis años mi padre, político y educador de incomparable prestigio,  llegó a casa con la linda noticia que nos pasamos a una nueva casa, más grande y con un patio enorme, gracias a un préstamo del seguro social. Esta casa sería mi hogar hasta fines de mis estudios universitarios. Está localizada en San Roque, Alianza 361,  entre Chimborazo y Quiroga.  Es una casa hermosa de estilo republicano, donde compartimos los momentos más bonitos de la familia. Queda ubicada en la calle que da a la puerta del Colegio San Andrés, detrás de la Iglesia de San Francisco. Esta casa está llena de recuerdos maravillosos,  en donde crecimos mis hermanas de madre, Amparito y Coqui, y mis hermanos Galo, Marco, Marcelo y María de Lourdes, en unión familiar conis padres, Galo y Marujita. Padres que se amaron toda su vida. En esa época, año 1961, la vida de los quiteños se desarrollaba principalmente en el Centro de Quito, dónde reinaba la paz y tranquilidad

II. La casa de la Bolívar

II. Sigo contando el sueño al darle cuentas a Dios. Le explicaba que para subir a la casita de la Bolívar había otro pequeño desnivel, unos dos metros. Al trepar una vez por allí,  mi hermano Galo no pudo sostenerme, razón por la cual caí sobre las piedras lastimandome mi mejilla izquierda. Eran las cuatro de la tarde. Me llevaron a casa,  dónde mi abuelita mamá Linita me puso cáscara de huevo en la herida. Llegaron mis padres asustados y me trasladaron a la clínica, dónde me suturaron con dos puntos. Desde allí cuando sonrió se me hace un huequito como estrella de cine. En esa misma casa de dos pisos teníamos un pequeño patio, donde una vecina de igual edad a nosotros nos enseñaba como orinan las mujeres. Creo que desde esa época me despertó más la curiosidad. Cerca estaba la escuela República de Chile.  Allí estudié hasta el tercer grado.

I El sueño con Jesús

I. Hoy día soñé que le estaba dando un recuento a Dios de lo que ha sido mi vida. En pocas horas no alcancé a contarle todo. Igual comencé desde que era niño y conocí a la mujer más bella y amorosa que he tenido eni vida. Mi madre. Le conté sobre mi padre y mis hermanos. Le conté de cómo defendí a una empleada de cierto maltrato, cuando tenía cuatro años. Ya pensaba que todos somos iguales sin importar la condición social. Recordé a Marcelo, mi hermano menor que le hizo llorar a un niño vecino, de un sólo golpe le hizo devolver las canicas que me había quitado. Vivíamos en esa época en la calle Bolívar, cerca del penal García Moreno. Recordé mi primer día de clases con la señorita Mejía. Mujer guapa con senos grandes que me enseñó a leer y escribir.  Recordé que únicamente el primer deber de la casa le pedí ayuda a mi madrecita. Nunca más lo haría en toda mi vida. Siempre hice mis deberes de la mejor manera y sun molestar a mis padres. Le conté de cómo con mi hermano Marco no pudimos e