V. Cerrito de Callo
V. Seguimos con el sueño. Le contaba a Dios que dentro de la Hacienda de San Agustín se encuentra un cerro perfectamente formado, como una naranja cortada en dos, con la parte recta hacia abajo, simulando un pan redondo, lleno de eucaliptos. Se llama cerro de Callo. Le recordé que en la casa de hacienda construyeron los incas una fortaleza enorme. Era sitio obligado de paso de los Incas hacia Quito. Pues bien, en la cima del cerro de Callo, los incas tenían el puesto de oración, ya que estaban más cerca del sol, a luna y el volcán Cotopaxi. Mi querido hermano Eugenio nos conversaba a todos los primos, entre cinco y diez años, como los Incas adoraban al volcán Cotopaxi y sus ritos eran sangrientos con sacrificios humanos para conseguir la calma del volcán. Todos sus utensilios eran de oro, pero cuando hubo una gran erupción del coloso los pocos incas que sobrevivieron salieron despavoridos, dejando todo abandonado por siglos. Los agustinos hicieron mucha fortuna recuperando menos de la décima parte de este tesoro. Eugenio nos contaba que en las noches de luna se veían estás ceremonias y luego bailaba el diablo con la diabla, evitando que nadie se acerque. Ninguno de nosotros tuvimos el valor de ir una noche de luna al Cerro de Callo.
Comments
Post a Comment