II. La casa de la Bolívar
II. Sigo contando el sueño al darle cuentas a Dios. Le explicaba que para subir a la casita de la Bolívar había otro pequeño desnivel, unos dos metros. Al trepar una vez por allí, mi hermano Galo no pudo sostenerme, razón por la cual caí sobre las piedras lastimandome mi mejilla izquierda. Eran las cuatro de la tarde. Me llevaron a casa, dónde mi abuelita mamá Linita me puso cáscara de huevo en la herida. Llegaron mis padres asustados y me trasladaron a la clínica, dónde me suturaron con dos puntos. Desde allí cuando sonrió se me hace un huequito como estrella de cine.
En esa misma casa de dos pisos teníamos un pequeño patio, donde una vecina de igual edad a nosotros nos enseñaba como orinan las mujeres. Creo que desde esa época me despertó más la curiosidad.
Cerca estaba la escuela República de Chile. Allí estudié hasta el tercer grado.
En esa misma casa de dos pisos teníamos un pequeño patio, donde una vecina de igual edad a nosotros nos enseñaba como orinan las mujeres. Creo que desde esa época me despertó más la curiosidad.
Cerca estaba la escuela República de Chile. Allí estudié hasta el tercer grado.
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