XXXV. La Fannycita, La Navidad.

La Fannycita, Fanny Caicedo Miranda, tuvo una gran participación en mi vida y en la de toda la familia. Hija de Pedro Pablo Caicedo Herrera, hermano de mi abuelito materno. Era un ángel, hoy alumbra la mansión de Dios, como lo dijera su madre Leonorcita.
Soltera, ya que el amor a sus padres, hermanos y sobrinos, no le permitía dedicar tiempo a nadie a más que a su familia y a su trabajo en un Banco de la  capital.
Muy hermosa, dueña de unos ojos azules, boca pequeña, nariz respingada. Voz extremadament dulce y cariñosa.
La Navidad no era Navidad, sin su presencia esquisita. En esa época, muy poco se oia de la celebración pagana y orientada al consumo. La información de los grandes almacenes, luces y regalos, venían a Quito por medio de  las radiofotos UPI   United Press International, de El Comercio. 
Quito se preparaba principalmente decorando sus Iglesias y las casas con Nacimientos y Villancicos. Algunas tiendas en el Centro importaban algunos juguetes, que los exibían temporalmente. Muñecas, pistolas, escopetas, soldados de plástico, carruseles, pitos, pistas de tren, carros, buses de juguete,  pelotas, conejos y leones de pilas eran los más solicitados.
Jamás los niños pedíamos estos juguetes ni a nuestros padres, ni a Papá Noel, que era un desonocido.
Sabíamos  desde luego que nuestros padres, un día se escondían en su habitación para hacer las fundas de caramelos y empacar los juguetes, UNO para cada hijo. Mi mami arreglaba la casa con un pequeño nacimiento y un árbol minúsculo con luces intermitentes. Poco a poco llegaban por correo cientos de tarjetas de Navidad, con los saludos afectuosos de familiares y amigos. Estas tarjetas se exhibian en las mesas de la sala, ventanas y chimenea. Para nosotros era un juego soplar estas tarjetas al suelo y escuchar los gritos de mi mamita.
TODOS los años sin que falte uno, desde  1959 hasta 1974, recibíamos la pesencia de la Fannycita, quien cerca del 24 de Diciembre, llegaba la visita  y muchas veces con el Periquito, la Leonorita, el Wilson y Magdalena, la Irenita y el Pepito Cuesta, Carmelita, Galo Guerra y Violetita, el Segundo y Fabiolita,  el Periquito ingeniero, Gladys y el Napito con la Margarita cuando venía en estas fechas.
Mi mami se preparaba como siempre lo hacía, con el mejor banquete, la mejor vajilla china, vasos checos tallados, mantel blanco bordado y una coctelera enorme.
Galito mi hermano, nos preparaba para los sainetes, declamaciones y anécdotas para distraer a los tíos. En años posterriores haríamos presentaciones musicales.
Todos alcanzaban en la enorme sala de mi casa y el comedor daba abasto cómodamente. Nosotros éramos siete hijos como nos llamaba con amor la Fannycita. Comenzó con cerca de treinta hijos y en 16 años tenía casi doscientos.
Casi ya para despedirse, sacaba de una bolsa grande  y de uno en uno, nos iba regalando  su sonrrisa, su voz angelical, una dedicatoria un beso y su regalo.
Jesús me dijo que a El en especial le gustaba mucho cómo le festejábamos en su honomástico. me enseñó una foto de la Fannycita en un lugar especial del firmamento, desde el 22 de noviembre de 1975.

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