XXVIII. Mi sueño
Como te he venido conversando, mi vocación me inspiraba todo el tiempo, llegué a conocer el cuarto piso del Colegio, inclusive el área de vivienda de los hermanos cristianos. Había una biblioteca enorme, que con mi hermano Marcelito nos pusimos a arreglar. El rector nos pidió que botemos varias colecciones de miles de revistas " Selecciones ", " LIFE " y muchas mas, los religiosos eran unos lectores empedernidos. Muchas revistas llevé a casa, ya que tenían fotos y artículos de primera calidad, muy interesantes. Estás revistas llegaban al Ecuador gracias a la Librería Selecciones del padre del que fuera mi compañero muy querido, Pablo Muñoz. Su almacén quedaba en la mitad del portal de la Plaza Grande, alado del Palacio arzobispal.
Una noche, quizá la más linda de mi vida, me quedo dormido, rezando y pidiendo a Jesús que me haga un milagro de manifestación personal, como lo había hecho con muchos Santos, algunas veces. De pronto, a media noche, abro los ojos y le te veo a Ti, Jesús. Es la imagen más impresionante que he tenido. Te vi como me había imaginado: alto, delgado, con pelo largo marrón tirando a rubio. Tú barba negra y poblada, tus ojos azules y nariz algo grande. Estabas flotando en el aire, con túnica perfectamente blanca, no se te veía los pies.
Había un aureola brillante alrededor de todo tu cuerpo, en un amarillo tan fuerte que mi vista no podía explicar. No podia entender cómo era posible tanta luz y mi habitación permanecía a oscuras. Tú rostro era el más bello que haya conocido. Tu boca estilaba una escasa sonrisa. No tenías ni una sola gota de sangre, cómo muchos te pintan y creen equivocadamente que eres.
Quede totalmente paralizado, no me podia mover, ni siquiera levantar mis cobijas.
Quería hablar y no podía.
Te miré tus santas y preciosisimas manos. En tu derecha sostenias con las yemas de los dedos un cuello de sacerdotes. En tu mano izquierda apretabas por la mitad el cuello de los Hermanitos Cristianos.
Mi impresión inicial era que me ibas a entregar uno de los dos cuellos, yo esperaba con ansiedad el de los HH. CC.
Una noche, quizá la más linda de mi vida, me quedo dormido, rezando y pidiendo a Jesús que me haga un milagro de manifestación personal, como lo había hecho con muchos Santos, algunas veces. De pronto, a media noche, abro los ojos y le te veo a Ti, Jesús. Es la imagen más impresionante que he tenido. Te vi como me había imaginado: alto, delgado, con pelo largo marrón tirando a rubio. Tú barba negra y poblada, tus ojos azules y nariz algo grande. Estabas flotando en el aire, con túnica perfectamente blanca, no se te veía los pies.
Había un aureola brillante alrededor de todo tu cuerpo, en un amarillo tan fuerte que mi vista no podía explicar. No podia entender cómo era posible tanta luz y mi habitación permanecía a oscuras. Tú rostro era el más bello que haya conocido. Tu boca estilaba una escasa sonrisa. No tenías ni una sola gota de sangre, cómo muchos te pintan y creen equivocadamente que eres.
Quede totalmente paralizado, no me podia mover, ni siquiera levantar mis cobijas.
Quería hablar y no podía.
Te miré tus santas y preciosisimas manos. En tu derecha sostenias con las yemas de los dedos un cuello de sacerdotes. En tu mano izquierda apretabas por la mitad el cuello de los Hermanitos Cristianos.
Mi impresión inicial era que me ibas a entregar uno de los dos cuellos, yo esperaba con ansiedad el de los HH. CC.
Comments
Post a Comment