XVIII. Las revistas.

Mi padre era muy amigo de la buena lectura y nos inculcó siempre el amor a los libros. Había que leer a Simón Bolívar, Napoleón, los miserables de Víctor Hugo o las mil y una noches. El problema es que a mí me gustaban las historietas de Superman, Batman, Memin pinguin, el llanero solitario, Roy Rogers, Tarzán, Lorenzo y Pepita, los tres pilluelos, la pequeña Lulu, Chanock, bugs Bonny, Archie, etc. Etc. No siquiera podía aceptar que uno de sus hijos lea esa basura. Cada revista de este tipo costaba seis reales en las peluquerías y un Sucre cincuenta centavos nuevas, en la librería Muñoz hermanos, ubicada en el portal de la Plaza Grande. Bueno, con esos ahorros con mi hermano Marcelo comenzamos a comprar estas revistas en la peluquería. No podíamos tener en casa, por lo que escondiamos las revistas en el sótano. Al dia siguiente que ya tenía tres ejemplares, llevamos a la escuela. En el recreo nos pusimos a leer.
 Quién habría creído, unos compañeros pidieron que les prestemos, a lo que contesté : " te alquilo ". Se me ocurrió cobrar un real la alquilada. Muy pronto tendríamos más de cien revistas. En la escuela, en el recreo alquilabamos, con grandes ingresos... Hasta diez sucres. Se complicó la logística, ya que muchos no pagaban y otros se llevaban consigo las revistas. Se nos ocurrió contratar al chico más grande, fuerte y excelente " trompon", de nombre Williams, para que cobre y recoja las revistas. El negocio estaba floreciente y creciendo muy rápidamente. El final de este gran negocio fue cuándo el rector lo prohibio, ya que nadie jugaba en el recreo, todos los chicos solamente querían leer sentados alrededor del patio.
Jesús se frotó la cara y me tiró las orejas por primera vez, habrían muchas más veces en mi vida.

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