XLI. Las naranjillas

Había una infinidad de juegos en nuestras vacaciones en Latacunga. Tantos primos juntos por cuatro a seis semanas, éramos muy creativos a momento de inventar juegos para estar distraídos, la única condición era estar fuera de casa. Si Marinita o Ñatita nos encontraba dentro de la casa, nos decían con energía:, "vayan a jugar afuera, que hacen metidos aquí". Bien mandados, los esqueletos y los huracanes, nos reuníamos en el parque Vicente León, y planificábamos el día. Decidíamos por ejemplo, jugar a los "chullas y bandidos", para eso, el mejor escenario eran las riveras del Río Cutuchi, hemoso y caudaloso rio que nace de los glaciares del Cotopaxi y luego de pasear por hermosos parajes de la serranía, cruza Latacunga con sus límpidas aguas.
Caminábamos por la Calle Belisario Quevedo, hasta los molinos Poultier y bajábamos al Cutuchi. Un espacio enorme con chilcas, pinos y abundante césped. Ideal para el juego. Los esqueletos hacían de chullitas y nosotros, los huracanes, de bandidos. Galito en voz alta contaba hasta cincuenta y desaparecíamos todos. Los chullitas debían encontrarnos "vivos o muertos", si nos disparaban a menos de quince pasos, estábamos heridos y a menos de dos pasos, muertos. Había que ver la capacidad de actuación de cada uno, especialmente de Marquito, que luego de morir varias veces, no se daba por muerto.  Rodaba y rodaba por la ladera, quedando a muy pocos pasos del caudaloso Cutuchi, con densa vegetación y millones de mariposas. Galito medía el tiempo para aprender a los bandidos, muchas veces no podían con nosotros,  aunque ninguno adoptaba el apodo de "Wacho".
Cansados de corretear la mañana y luego de almorzar muy rico donde el Viche, todos los primos íbamos a la Heladería del Viche, quien generosamente nos brindaba los helados de fruta más deliciosos de a ciudad. Tenía un congelador con miles de helados de naranjilla, mora, taxo, leche.
Atrás de la heladeria estaba la bodega de frutas y otros insumos, propios del negocio que mantenían mis tíos.
Una de esas visitas a las bodegas a alguien se le ocurrió hacer un reto  de quién puede comer más naranjillas en una hora. Luego de aceptado el concurso, llevamos algunas cajas de naranjillas cerca de la lavandería,  lavando con la presión del agua para sacar los diminutos espinitos que tiene esta deliciosa fruta, comenzó el concurso. Galito alcanzó las treinta, otros primos cerca de cincuenta; yo no pude más de veinte. Lo sorpendente de este relato fue mi hermano Marquito, que se despachó una caja y media, o sea, más de trescientas naranjillas. Tomaba una tras otra, ponia en la llave, fregaba en la piedra, aplastaba y se metía enla boca.
Al término del conscurso, había tres cajas menos de naranjillas para los helados. Nadie podía avisar a mis tíos de esta travesura. Luego de esconder las evidencias, salíamos empachados a ver otro juego para pasar el tiempo. El Viche le decía a la Ñatita : " Ñata, parece que han desaparecido tres cajas de naranjillas, y creo que los sobrinos se han comido!" a lo que la Ñatita respondía : " Ele ve, qué has de estar culpando a los guaguas del Carlitos y la Marujita, ellos nunca hacen travesuras.... vos mismo has de ver contado mal!".
Después de un mes de este evento, mi hermano Marquito fue operado del apéndice. El médico no entendía cómo se pudo inflamar con tanta pepa de naranjilla acumulada.
Le regresé a ver a Jesús, quien se cojia de la barriga, matándose de la risa, diciendo que ya no puede más.


                                     Riveras del Río Cutuchi



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